miércoles, 1 de octubre de 2008

Consultorio Sentimental

Después de ver tantos casos patéticos día tras día, Macglobia y yo nos vemos en la necesidad imperiosa de abrirle los ojos a todas las mujercitas que se cruzan en nuestro camino, aunque sabemos que no nos van a hacer caso. Pero para que no se diga que no lo intentamos, que no hicimos nada para cambiar las mentalidades de Susanita que se han empeñado en meternos en la cabeza, noalmachismo abre su propio CONSULTORIO SENTIMENTAL, atendido por sus dueños!!!. Cualquier problema o duda relacionada con los temas que aquí tratamos (o cualquier cosa que se les ocurra), pueden enviarlo a la siguiente dirección: lasparedesquehablan@gmail.com, y les haremos llegar nuestro punto de vista al respecto.
Un saludo a tod@s nuestros lectores.

La torta de Farandulo

Si hay una actitud que tienen en común todas las mujercitas pro-machismo, es la enfermiza necesidad de aprobación por los padres del objeto de su afecto. En primer lugar, de la madre, por supuesto, luego del padre; pero eso no se queda ahí, buscan ser las mejores amigas de l@s herman@s, prim@s, sobrin@s, hasta de la mujer de servicio. No importa que no le caigan bien, no, que no tengan nada en común, tampoco. Lo que importa es que el hombrecito vea qué familiar y qué simpática es la niña, así seguramente se volverá loco de las ganas de casarse con ella. Les encanta irse de viaje todos juntos, mezclar las dos familias... asco.
Lo peor de todo, es que muchas veces esta actitud se mantiene incluso después de la separación, y aunque no niego que en algunos casos se haya dado una verdadera y sincera amistad, estoy segura que el 99.9% de las veces la relación con la ex-familia política se mantiene por una doble intención; bien sea que la mujercita guarda las esperanzas de que la mamá del fulano le meta en la cabeza que vuelva con ella, o por una cuestión de simple ego: espera que la familia piense que no hubo novia como ella, que nadie se los ganará tal como ella lo hizo, e incluso espera que la hermana (o prima, o hasta la mamá) del tipo le hable mal y se burlen juntas de las nuevas mujercitas. A todas ellas les digo algo: cómo si a la familia le importara!!!!! A menos que la ex haya sido la heredera de la fortuna de los Hilton o la hija de Bill Gates, o que la nueva sea una alcohólica, drogadicta o prostituta, a los padres (claro, si son normales) no les va a importar que el hijo termine con una o con otra, que le monte cachos o lo que sea, con tal de que esté feliz y contento. Total, la mayoría de las mujercitas tienen el mismo estilo y personalidad, no hay mucha diferencia entre una y otra. Move on!
Todo esto me recordó una anécdota: era el cumpleaños de una amiga mía, quien salía para ese tiempo con un tipo que era un perro inmundo, pero ya el susodicho había casi dejado de llamarla por completo; entonces el día de su cumpleaños, decidió GUARDARLE UN PEDAZO DE SU TORTA A FARANDULO!!!! (Farandulo era el papá, ni pregunten por qué demonios se llamaba así). Por supuesto llamó al hombrecito (al hijo de farandulo) para que buscara su pedacito de torta, el cual por supuesto ya se debe haber desintegrado en la nevera, porque el tipo jamás lo fue a buscar. Perfecto ejemplo de que la manipulación por medio de la familia NO SIRVE.
En conclusión: a mis futuras nueras, no me interesa si se ponen a lavar platos en mi casa (para mí mejor), si me traen regalos de no sé donde, si me traen hallacas de su abuelita o me regalan una tarjeta del día de la madre: si no son lo suficientemente inteligentes, cultas y educadas (o las herederas de la fortuna Gates) ni piensen que voy a interceder por ustedes.

martes, 23 de octubre de 2007

Niña o niño?

Esta anécdota del inocente Ramón y su planchita, me recordó las ganas que me dan de golpear a los cajeros de Mc Donald´s cada vez que alguien compra una cajita feliz (yo no las compro, me parecen como de gente sin real que quiere a juro comer en Mc Donald´s) y le dicen con su característica voz robotizada: ¿para niña o para niño?

Entonces las sonsas madres sin ni siquiera saber qué juguetes les van a llevar a sus hijos, responden "niña" o "niño" donde en un 99.99% de los casos la pobre niña sale perdiendo. ¿Por qué? porque seguramente le toca una estúpida hello kitty que no hace absolutamente nada o una muñeca de plástico igualmente estúpida que no llega ni a burda imitación de la Barbie, y tiene que conformarse con quedarse viendo el transformer o el carrito del hermanito que son mucho más divertidos, pero su madre o padre no se lo pidieron porque son juguetes "de varón".

Yo me pregunto, será que de verdad a las niñas no le gustan los carritos, ni los helicópteros, ni los aviones a control remoto, ni las pistolitas de juguete, ni los camiones, ni los bates ni las pelotas? y de verdad se conforman con una cocinita, una muñeca, o una escobita (que por cierto me compró mi mamá una vez, lo siento mami, toda la vida te lo sacaré en cara) o una plancha como la de Ramón? Y a los varones no les provoca de vez en cuando jugar con las Barbies de las primas o hermanas o con los bebés queridos, o con la misma plancha?

Todo esto es parte de la basura que le metemos a nuestros hijos en la cabeza a través de los años, porque con nosotros hicieron lo mismo, y no tenemos la voluntad o la inteligencia suficiente de darnos cuenta de que son simplemente paradigmas impuestos por la sociedad. Les estamos diciendo: las mujeres son las que cuidan a los bebés, cocinan, barren, lavan, planchan y encima tienen que ser cuchis. Y los varones manejan, pelean, son inteligentes, son pilotos o astronautas, y no tienen nada que ver con las cosas de la casa.

Y después uno se queja de que no hacen nada.

Una pregunta, el monopolio será de niño o de niña?

domingo, 21 de octubre de 2007

La Plancha de Ramón (Colaboración de Macglobia)

Pensando aquel tema de las mujeres de pueblo que insisten en que “planchar es cosa de mujer”, me llegó un recuerdo lejano, de hace más de veinte años, cuando en el sector Las Tapias de la ciudad de Mérida apenas se erigían unos pocos edificios residenciales, entre ellos el preescolar Andrés Bello, mi primera escuela.

Aquel niño se llamaba Ramón y de él no logro recordar su cara pero si la pequeña plancha de juguete que siempre llevaba en la mano, la imagen es casi una fotografía: El brillo de la pintura plateada que simulaba el hierro (o cualquiera sea el material del que se fabrican esas cosas) y el mango azul claro.

Como éramos pequeños nuestras jóvenes mentes aún no habían sido envenenadas con prejuicios y porquerías similares, así que a nadie le llamaba la atención en lo más mínimo que Ramón jugara con una plancha y no con un carrito, por ejemplo. Por su parte las maestras, entre tanto niño, poco lograban fijarse en con qué cosa jugaba cada uno (aunque en una ocasión llamaran a mi madre preocupadísimas porque yo me empeñaba en armar un tanque de guerra con las piezas de un carrito).

La plancha de Ramón creó polémica un día que apareció abandonada en el patio y fue encontrada por una de las preceptoras, que inmediatamente preguntó en la fila de las niñas quién era la dueña de la plancha, cuando escucho el grito unánime que señalaba que el propietario era nada menos que Ramón, a aquella mujer casi le da un soponcio “¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿¿¿¿RAMÓN JUEGA CON UNA PLANCHA??????????!!!!! (creo que si se hubiese enterado que el pequeño Ramón era dueño de tres kilos de cocaína no se habría impactado tanto).

La noticia del niño de la plancha corría como pólvora entre las maestras de la escuela, ninguna lo podía creer “¿Será que tiene una hermanita?” “¿Pero con la plancha juega a planchar o a otra cosa?” “¿Pero seguras que la plancha es de él?”. Y la plancha pasando de mano en mano mientras ellas murmuraban y miraban como un criminal al pobre Ramón, que andaba por ahí tristísimo porque no lo dejaban jugar.

Como es costumbre, nunca supe cómo terminó todo, me imagino que alguna maestra habrá llamado muy afligida a la madre para pedirle una explicación. No sé qué habrá sido de Ramón, pero desde aquí le digo: Ramón, donde quiera que estés espero que te esté yendo bien y que seas el dueño de una cadena de tintorerías de lujo que ésas maestras taradas no puedan pagar con su pensión del Seguro Social.

martes, 9 de octubre de 2007

Para una amiga...

... que nunca pudo leer este blog, pero sé que le hubiera gustado mucho. No porque sea muy bueno, pero sé que el tema le hubiera causado gracia. Y sé que hubiera recibido comentarios muy agudos de su parte, porque si algo tenía era una tremenda inteligencia que iba de la mano con su simpatía y humildad. Una de las pocas personas con esa luz especial que yo he conocido en esta vida, y una de las muy muy pocas personas que me dio gusto conocer en este miserable pueblo.

Para ti Zayde, con mucho cariño.

Ruth.

viernes, 5 de octubre de 2007

La esposa del enano

Hay mujeres a las que de verdad provoca caerle a cachetadas a ver si reaccionan de una buena vez. Para resumir el cuento, se trata de una pareja que conozco donde la mujer es excesivamente celosa, al punto de maltratar al hombre físicamente, destrozarle la ropa y quién sabe cuántas cosas más de las que lamentablemente no me he enterado. Cabe destacar que el tipo es de muy corta estatura, la esposa debe llevarle unos 10 cm y ella debe medir unos 1.65m.
Hasta ahora todo bien, siempre pensé que si la mujer es así debe ser porque el enano le da motivos. Y si mi esposo, novio, o lo que sea fuera un enano y me engañara o me molestara de alguna forma, también lo maltrataría y me aprovecharía de ser más fuerte que él.

Pero el problema está en que no conforme con maltratar al tipo, la mujer le cuenta a absolutamente todo el mundo que ella sabe que él tiene una mujer en no sé donde, y se ufana de haber hablado con ella y de haber concertado una cita supongo que para pelear por el tipejo. Y no es que ésto se lo cuenta a las amigas, no, ¡sino a los amigos del enano! que lo que pueden hacer es reírse y ver al pequeño como un mártir que tiene que "calarse esa cuaima" dentro de sus mentes pueblerinas y absurdamente machistas.

Además, si el esposo tiene una mujer... ¿no le da pena que todo el mundo lo sepa y que vea que tiene tan poca dignidad que sigue con él?????? Yo no he visto a ningún hombre diciendole a las amigas de la esposa: "Sí, yo sé que mi mujer me engaña con fulanito de tal, pero ya yo hablé con ese bicho y le dije que si sigue lo voy a agarrar por las greñas, y además voy a mandar a mi hija con mi mujer a todas partes para que ella no pueda hacer nada". Noooo verdad????

En fin, si tú, esposa del enano, lees esto alguna vez, lo cual dudo mucho ya que no debes saber utilizar internet, quiero decirte que el respeto que te tenía al saber que ponías al enano en su lugar cortándole la cara se desvaneció al enterarme que el tipo te monta los cachos, tú te lo calas, y encima es enano!!!

P.D.: Bueno, por lo menos continúa golpéandolo para que no salga liso.

sábado, 25 de agosto de 2007

¡Señorita y no por gusto! (Colaboración de Macglobia)

Nunca entendí la diferencia entre los términos “señora” y “señorita”, bueno, la verdad es que sí, pero nunca supe si estaba en lo correcto. Para mí las señoras eran mayores y las señoritas más jóvenes, independientemente de su estado civil. Es decir, no puedo concebir que una muchacha de quince años sea una señora aunque esté casada y tenga hijos. Menos aún que una dama entrados los setenta, sea una señorita, aunque nunca haya estado casada.

Lo cierto es que las señoritas se ofenden si son llamadas señoras, pero nunca sucede lo contrario. Debo confesar que he sentido cierta estupefacción cuando he sido llamada “señora” por gente que es incluso mayor que yo (que aún me falta para llegar a los treinta). Por eso he optado por llamar a cualquier mujer cuyo nombre no conozca (o con quien no tenga la suficiente confianza como para tratarle por su nombre de pila), simplemente “señorita”.

En una ocasión me mandaron a llevar unos papeles a “Juliana”, así a secas, no a la “Doctora Juliana” ni a “Doña Juliana” ni a la “Licenciada Juliana”. Sólo “Juliana”. De más está decir que yo no conocía a la persona en cuestión, ni siquiera conocía su apellido, tampoco su cargo. Yo tenía que solicitarla en su oficina y entregarle los dichosos papeles en sus manos. Así que opté por solicitar a “la Señorita Juliana”.

La cara de la recepcionista fue un poema cuando le pedí hablar con la Señorita Juliana. “¡¿Con quién?!” me preguntó con tal asombro que creí que me había equivocado de oficina. “Con la Señorita Juliana, por favor” y ella cayó en cuenta “¡Ah con Juliana! Sí, claro, pasa”.

Al ver la cabellera totalmente blanca de Juliana, logré entender la sorpresa de la chica de la recepción. Aún así continúe hasta el final sólo para ver qué sucedía:

“Buenas tardes, Señorita Juliana, mucho gusto. Vine a traerle la información que solicitó al departamento de Comunicaciones”. Ella se sonrió y me dijo “Gracias... por lo de Señorita”. Yo me quedé con las ganas de responderle algo, pero me fui, pensando que si se me hubiese ocurrido llamarla “señora” se habría olvidado de sus setenta y tantos años y me habría dado una patada digna de Bruce Lee.