domingo, 21 de octubre de 2007

La Plancha de Ramón (Colaboración de Macglobia)

Pensando aquel tema de las mujeres de pueblo que insisten en que “planchar es cosa de mujer”, me llegó un recuerdo lejano, de hace más de veinte años, cuando en el sector Las Tapias de la ciudad de Mérida apenas se erigían unos pocos edificios residenciales, entre ellos el preescolar Andrés Bello, mi primera escuela.

Aquel niño se llamaba Ramón y de él no logro recordar su cara pero si la pequeña plancha de juguete que siempre llevaba en la mano, la imagen es casi una fotografía: El brillo de la pintura plateada que simulaba el hierro (o cualquiera sea el material del que se fabrican esas cosas) y el mango azul claro.

Como éramos pequeños nuestras jóvenes mentes aún no habían sido envenenadas con prejuicios y porquerías similares, así que a nadie le llamaba la atención en lo más mínimo que Ramón jugara con una plancha y no con un carrito, por ejemplo. Por su parte las maestras, entre tanto niño, poco lograban fijarse en con qué cosa jugaba cada uno (aunque en una ocasión llamaran a mi madre preocupadísimas porque yo me empeñaba en armar un tanque de guerra con las piezas de un carrito).

La plancha de Ramón creó polémica un día que apareció abandonada en el patio y fue encontrada por una de las preceptoras, que inmediatamente preguntó en la fila de las niñas quién era la dueña de la plancha, cuando escucho el grito unánime que señalaba que el propietario era nada menos que Ramón, a aquella mujer casi le da un soponcio “¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿¿¿¿RAMÓN JUEGA CON UNA PLANCHA??????????!!!!! (creo que si se hubiese enterado que el pequeño Ramón era dueño de tres kilos de cocaína no se habría impactado tanto).

La noticia del niño de la plancha corría como pólvora entre las maestras de la escuela, ninguna lo podía creer “¿Será que tiene una hermanita?” “¿Pero con la plancha juega a planchar o a otra cosa?” “¿Pero seguras que la plancha es de él?”. Y la plancha pasando de mano en mano mientras ellas murmuraban y miraban como un criminal al pobre Ramón, que andaba por ahí tristísimo porque no lo dejaban jugar.

Como es costumbre, nunca supe cómo terminó todo, me imagino que alguna maestra habrá llamado muy afligida a la madre para pedirle una explicación. No sé qué habrá sido de Ramón, pero desde aquí le digo: Ramón, donde quiera que estés espero que te esté yendo bien y que seas el dueño de una cadena de tintorerías de lujo que ésas maestras taradas no puedan pagar con su pensión del Seguro Social.

8 comentarios:

El Diablo Des. dijo...

¡Ah! Que verdadera delicia de relato, gracias por compartir. Me gustaría saber si se puede pasar a mi “blog”, dando claro esta, el crédito correspondiente.

Macglobia dijo...

Hola diablo, sí, puedes ponerlo en tu blog siempre y cuando incluyas el crédito (mi nick y el enlace a esta web).
Saludos y gracias por el comentario.

El Diablo Des. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
El Diablo Des. dijo...

Al contrario, gracias a ti. ¿El enlace es al que esta tu "nick"?

Macglobia dijo...

Quiero decir, mi nick y el link al post original en esta página.

El Diablo Des. dijo...

Ya esta en el diario de un diablo.


Gracias :D

MARY TERE dijo...

hola, me encanta su blog, deberían poner un botón para compartir en google+, faceboock y twitter... por ahora ya que no tengo blog colocare la dirección en mi google+...

MARY TERE dijo...

hola, me encanta su blog, deberían poner un botón para compartir en google+, faceboock y twitter... por ahora ya que no tengo blog colocare la dirección en mi google+...